Había una vez un leñador que se presentó a trabajar en una maderera. El sueldo era bueno y las condiciones de trabajo mejores aún, así que el leñador se propuso hacer un buen papel.
El primer día se presentó al capataz, que le dio un hacha y le asignó una zona del bosque.
El hombre, entusiasmado, salió al bosque a talar.
En un solo día cortó dieciocho árboles.
-Te felicito -le dijo el capataz-. Sigue así.
Animado por las palabras del capataz, el leñador se decidió a mejorar su propio trabajo al día siguiente. Así que esa noche se acostó bien temprano.
A la mañana siguiente, se levantó antes que nadie y se fue al bosque.
A pesar de todo su empeño, no consiguió cortar más de quince árboles.
«Debo estar cansado», pensó. Y decidió acostarse con la puesta de sol.
Al amanecer, se levantó decidido a batir su marca de dieciocho árboles.
Sin embargo, ese día no llegó ni a la mitad.
Al día siguiente fueron siete, luego cinco, y el último día estuvo toda la tarde tratando de talar su segundo árbol.
Inquieto por lo que diría el capataz, el leñador fue a contarle lo que le estaba pasando y a jurarle y perjurarle que se estaba esforzando hasta los límites del desfallecimiento.
El capataz le preguntó: «¿Cuándo afilaste tu hacha por última vez?»
-¿Afilar? No he tenido tiempo para afilar: he estado demasiado ocupado talando árboles.

Fuente: Bucay, J. (1999). Déjame que te cuente. RBA Libros. Barcelona.

La primera vez que leí este cuento a mis estudiantes en uno de los grupos de Recursos Humanos, me observaron con cara de espantados. Uno de ellos comentó en voz alta: «Profe, ¿Nadie salvó la prueba?» Dicha lectura fue luego de los exámenes finales, con el objetivo de reflexionar respecto a la importancia del repaso de lo aprendido, la actualización del conocimiento y el descanso; es un cuento que me gusta y desde mi perspectiva aplica para varias situaciones en general.

«Afilar el hacha» no es un título que invite a la reflexión apreciativa ni suena muy positivo, pero: ¿Cada cuando tiempo nos permitimos el espacio para afilar nuestras hachas? ¿Cuando permitimos que decanten las situaciones que hemos vivido para poder procesar lo aprendido? ¿Cómo nos preparamos para los resultados que estamos buscando?

Estamos apurados, vamos hacia adelante, nos esforzamos, tenemos horarios, rutinas, y cuando no obtenemos los resultados que queremos no entendemos la razón.

Con esta lectura, invito a reflexionar sobre la pausa como herramienta de mejora personal y profesional. No necesitamos talento, ni dinero para repasar y actualizar, sólo necesitamos afilar el hacha.

PD: Los estudiantes del curso aprobaron, y yo aprendí que el título de este cuento luego de los exámenes finales es perjudicial para la salud académica.

Fuente Imagen: www.abcoach.es

 

Hola, tengo una pregunta sobre el artículo: Afilar el hacha
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