Extracto Capítulo 2:
«Entre otras perlas características de Almaceneroland pueden vivir una experiencia irrepetible: el vendedor uruguayo es el único vendedor en el mundo que no quiere vender. Ya lo podrán comprobar con su propia frustración. Cuando su negocio no está directamente cerrado (vayan un fin de semana por la Ciudad Vieja y verán a la muerte paseando en crocs), se encarga de transmitir un desinterés especial por el cliente. O lo somete al desollamiento feroz cobrándole $120 pesos un café tibio en pocillo sucio. O lo enfrenta a una situación no prevista en ningún protocolo de la relación comerciante-cliente: la ausencia de cambio lo lleva a decir, con una suerte de resignación sádica, las palabras explicitas: «¿No tenés más chico? Ah, entonces no te puedo vender», mientras niega con su cabeza lentamente y aprieta los labios en una frustración impostada. Cualquiera pensaría que el Dios de los Comerciantes se dispone a bajar para matar Él mismo a ese impío a fuerza de golpes con una caja registradora; sin embargo nada sucede, e incluso el cliente, incrédulo, tratando de incorporar la escena que está viviendo, adivina en la cara del vendedor una levísima mueca de satisfacción inexplicable que el uruguayo siente cuando despliega su disfuncionalidad (ya ahondaremos).
En el fondo, en lo más profundo de su alma, el vendedor uruguayo no quiere vender. Una vez que se internaliza este concepto, la forma de ver esa interrelación cambia por completo: usted, como potencial consumidor, tiene el deber de convencer al vendedor uruguayo de que le venda y no al revés.»
Fuente: Tanco, C. (2017). No es digno pero es legal. Darwin Desbocatti. 3era edición. Capítulo 2 Pag. 53-54. Editorial Sudamericana. Montevideo.